El efecto Roman
- Sergio “Mono Magnético” Pruneda Animador de
- 23 feb 2017
- 8 Min. de lectura
Ok, ahora si… ya ha pasado un buen rato, no sé si demasiado, pero creo que el suficiente para poder comentar con un poco más de objetividad lo que ocurrió acá. Tenía mucha lata de escribirles de este tema con los hechos aún latentes, y aunque tengo la impresión de que tal vez eso hubiera sido un poco más chistoso, tengo la seguridad de que hubiera sido muy poco justo y bastante quisquilloso respecto a lo que hoy quiero compartirles. Pero, antes de empezar, quiero poner la conversa en contexto y en perspectiva… algo así como hacer un poco de revisión bibliográfica sobre el tópico respecto al cual usted, amable cibernauta que nos visita acá en el Rincón WWE, quiere leer y participar brindando su opinión.
Primero es lo primero: vamos a mostrar un poco de respeto y a reconocer que no cualquier forma de entretenimiento llega a cumplir 30 años, cumpliendo esa marca con tanta o incluso más popularidad que en sus tiernos primeros años de vida. ¡Ya se quisieran ese hito algunas marcas y productos!: hablo de revistas, programas de televisión o incluso esta misma página. Pero la cuestión es que el Royal Rumble consiguió esta marca el enero recién pasado, consolidándose como uno de los eventos de la WWE más longevos y queridos por toda la fanaticada mundial, ahora conocida como WWE Universe (Universo WWE para que nos entendamos entre todos los que le hablamos el español).

La Batalla Real, Old School.
[endif]--A pesar de que la velada luchística la integran otros encuentros, algunos de ellos memorables como el debut de la máquina humana de suplidoras Taz (haciendo su paso desde la extinta ECW a la empresa de tío Vince) quitándole el invicto al olímpico Kurt Angle, o la reciente lucha entre AJ Style contra John Cena que marcó el empate en títulos entre el ex – rapero y DON Ric Flair para solo perderlo en el evento recién pasado, sin duda alguna la que se lleva todas las miradas y atención es la querida lucha de los 30 hombres que se eliminan por sobre la tercera cuerda y que aterrizan en el suelo con sus dos pies, sus cuerpos enteros o incluso con sus cabezas. Tiene un no sé qué, que qué se yo, que tanto gusta a todos nosotros. Creo la alta variedad de opciones existentes durante la Batalla Real es la que nos despierta varias cosas en el cuore: entradas sorpresas, alianzas improbables o debuts ampliamente esperados son solamente alguno de ellos.
Pasando desde lo entretenida que es, ahora llegamos a la trascendencia que esta posee: como primer evento del año, y con el gran premio de formar parte del evento principal de Wrestlemania, el ganar la Batalla tiene la gran facultad de enaltecer en popularidad a luchadores en ascenso o hacer que el retorno de esa estrella autoexiliada sea memorable. Una cosa está más que clara, el ganador se asegura entre otras cosas extra luchísticas contar por ejemplo con más tiempo en T.V., con más productos publicitarios en tiendas virtuales o físicas, y todo lo anexo que conlleva ser el rostro de la compañía de lucha libre más importante y famosa del mundo.
Teniendo ese concepto en mente, molesta e incluso duele cuando el ganador de este entrañable evento no sea precisamente alguien a quien quisiéramos ver en primerísimo primer plano del mundo de la lucha libre profesional. Y usted se preguntará querido amigo del Rincón WWE, ¿a quién quisiera ver la gente del universo WWE en ese primerísimo primer plano? Seguramente las respuestas pueden arrojar nombres tan variados que incluso incluirían a luchadores que ni siquiera son partes de la empresa (¿recuerdan que la Batalla Real da esa opción?), pero las características que la gente por lo general anda buscando en el ganador, corresponden a un conjunto con las que uno se pueda identificar dentro de un deporte donde casi siempre prevalece la fuerza bruta, la altura y el que sea más poderoso, o al menos eso nos han hecho creer sobre todo estos últimos años.
Empatía, destreza, inteligencia, valentía y muchos otros conceptos y características, son los que pueden hacer que uno se identifique con el que está arriba del ring, batallando contra gigantes y monstruosos individuos que uno quisiera ver abatido, mordiendo el polvo derrotado ante un ser humano que hizo prevalecer cualidades más cercanas o alcanzables para nosotros, simples mortales a los cuales los dioses (cualesquiera que sean) decidieron no privilegiarnos con dones tales como estatura, fuerza o agilidad. En resumen, esas características que nos hacen decir: “este ganó la pelea… porque es bueno el huevón” son las que a mi juicio creo que le han faltado al ganador del evento los últimos años, y es que a pesar de que el vencedor ha sido distinto en las últimas ediciones, el desenlace ha girado sobre un mismo individuo los últimos 4 años, personaje con el cual la gente justamente no parece empatizar ni aunque lo pongan en las más variadas situaciones.
El hacer girar la Batalla en torno a este individuo, ha dejado en segundo plano la añoranza que el vencedor sea alguien que posea los atributos que te generen empatía o respeto ya sea porque el compadre se lo merece o simplemente porque es buen luchador, y ha puesto en primer plano simplemente el deseo que el señor Roman Reigns NO gane la Batalla Real (de nuevo).

"¿Que no te simpatizo?, probablemente aún no has visto todas mis técnicas de lucha... son 6 en total."
Quedando dentro de los dos últimos luchadores ya por tres años consecutivos, este año la Batalla estaba entretenidísima para mí, justamente porque tal señor no estaba dentro de los participantes del encuentro quitándome ese sentimiento que señalé (“que no gane este huevón”), haciéndome disfrutar el evento como hacía tiempo no lo hacía: muchos luchadores se veían como buenas y creíbles posibilidades a llevarse el encuentro en esta edición de treinta aniversario, entre los cuales destacaban jóvenes prospectos, veteranos entrañables y luchadores que tras años de buena y digna participación, se merecían este enorme empujón que significaba llevarse el triunfo.
Todo bien: las entradas y participantes hacían que uno discutiera (sanamente) con sus amigos sobre quien ganaría: “este es el año de Jericho, se viene el año de Samy Zayn contra Kevin Owens, guarda guarda con Goldberg”. Hasta las malas eliminaciones de Lesnar, Baron Corbin o Braun Strowman hacían que el desenlace fuera una incógnita tremendamente entretenida de resolver, más aún cuando a menos de tres participantes por entrar a la friega existían nombres que eran sorpresa, momento justo cuando la especulación y la fantasía empezaron a volar… un sentimiento que solamente el Royal Rumble te da: “¿quién chucha va a entrar ahora?”. Y justo cuando todo parecía que la última entrada nos deparaba una emoción de aquellas y una entrada de época, entra la “sorpresa” de la noche: Roman Regins.
Paremos todo, no es un asunto solamente mío la desilusión de ese momento ya que todos los que vimos el evento en vivo y en diferido fuimos testigos de cómo el Álamo Dome se venía abajo en pifias y abucheos como reacción innata ante la sorpresa de la velada. El miedo, la lata y la rabia se empezaron a agolpar en los corazones de todos aquellos que vemos en el Rumble la posibilidad de que uno de nosotros brille en lugares estelares. En vez de eso, a la mayoría se le cruzó este pensamiento: “este huevón va a ganar”, y más aún cuando vimos que el susodicho eliminaba con facilidad a The Undertaker, un eterno favorito sentimental. El final, como ya ha pasado otros años, fue un “menos mal no ganó este” y no un “qué bueno que gano este luchador que hace tiempo se lo merecía”, y es que siendo honestos el hecho de que ganara Randy Orton fue un “menos mal” más que un “qué bueno”.
¿Por qué echar por la borda un evento tan querido de esa manera?, ¿Por qué nos obligan hasta más no poder a que veamos al señor Regins en lugares de importancia? ¿Por qué quieren que lo queramos y que nos identifiquemos con él?, ¿Por qué quieren hacerlo rostro de una empresa cuya gente seguidora no lo quiere (al menos de esa manera)? El tema de Roman da para mucho debate, sobre si realmente es su culpa, de que, si es bueno o es malo como luchador, o de que si se merece tantos pergaminos. Una cosa es segura, quieren que lo queramos, eso es innegable. ¿No me cree?, solamente le pregunto esto: el ponerlo en una pelea ahora en el evento de Fastlane contra Braun Stromwan ¿no se asemeja al ángulo del pequeño luchando contra el poderoso, que a base de agilidad y técnica se impone al grande y lo hace morder el polvo?
[endif]--Es lo mismo que mencioné al principio, creo que buscan generar empatía con Roman en ese ángulo y con otros semejantes que lo han involucrado en los últimos Royal Rumble, como su feudo contra la Autoridad, por ejemplo. La pregunta sigue siendo la misma, ¿Por qué?, ¿Por qué él? ¿Qué tiene él que no tenga otros luchadores que tienen igual habilidad con el micrófono, reacción con el público o habilidades dentro del ring? ¿Por qué él y no Cesaro por ejemplo? Sinceramente no tengo respuestas para ninguna de esas preguntas, y no creo que alguien lo sepa a ciencia cierta, ya que creo que esa respuesta solamente la tienen los altos directivos de la WWE que por mucho que digan que para ellos el Universo WWE es lo más importante, yo creo que no es así. Lo que veo hasta el momento es solamente que la gente responde a la figura de Roman Reigns, y ante eso no se puede hacer nada. No creo que una respuesta positiva o negativa marque la diferencia, ya que las pifias y quejas del público en vivo parece no hacer mella en el empeño por vendernos a Reigns como imagen válida de un deporte/espectáculo en donde parece ser que la habilidad y talento profesional quedan cortos a la hora de hacerse un nombre dentro de ese medio.

Tal vez no sepamos lo que queremos, y Vince tiene el poder mágico de ver que desea tu corazón...
Sin embargo, no es la primera vez en que soy testigo de ascensos y promociones a personal que vienen de la mano solamente de razones que se alejan de los méritos profesionales, y los fantasmas de la palabra “pituto” o “buena barra” parecieran ser las únicas explicaciones que quedan. ¿Qué hacer entonces?, protestar parece no dar resultado y como en otros ámbitos de la vida, la meritocracia a ojos de quienes toman las decisiones es algo relegado por beneficios que solo ellos perciben sobre las cuestionables decisiones que se toman. Creo entonces que no queda nada que hacer con el señor Reigns: no nos gusta, pero no tenemos otra opción salvo verlo ascender en base a tres movidas, y ver como personajes tales como Bo Dallas (campeón de la marca NXT, en donde Reigns solo destacó en parejas) se hunden y pasan al olvido, cuando aparentemente nos ofrecen lo mismo. Y es que ese es el efecto Roman Reigns: te puede arruinar una velada de lucha tan fácil como lo hizo el pasado Rumble, pero ante tu pataleta y tu pifia, no hay nada más que hacer más que sentarte y ver, mientras él termina una lucha con los brazos en alto.
Nada que hacer… ¿o sí? Momento… ¿qué pasaría si… de pronto… mostramos indiferencia ante él?... cero reacciones, ni pifias ni aplausos… si los raitings empezaran a bajar cada vez que él sale, y sus poleras ya no se vendieran como ahora, ¿qué pasaría?, ¿podríamos dejar de hablar de efecto Roman Reigns y cambiarlo por efecto Universo WWE? Podría ser una solución, pero creo que es lejana. La gente no está consciente del poder que tenemos como masa, y más como espectadores. Pero soñar no cuesta nada, así como soñamos que sería otro el que iba a entrar esa noche en la posición número 30.
¿Ustedes qué opinan?, ¿les pasó lo mismo esa noche del Rumble cuando vieron entrar a Roman?, ¿es justificada su posición en la empresa? Comenten esta columna y participen con nosotros.
Soy Sergio, y muchas gracias por leer y no dejes de seguirnos en el Rincón WWE, y te invito que sigas la fan page de Nivel Usuario, donde siempre hablamos de éste y muchos temas más. ¡¡¡Saludos!!!
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